Habían tenido un noviazgo normal, el seguía con sus costumbres, costumbres que hasta ese momento creía normales, no porque su cabeza le dijera que lo eran sino porque no conocía otras, desde novios, cuando la dejaba en casa a la hora que sus padres marcaban, él se iba con sus amigos, cuando quedaban los domingos siempre era con la intención de ver el partido de futbol…todas estas cosas las había tenido desde que lo conoció, por eso no le parecían raras, le parecían normales, es más, como los amigos de él también lo hacían llegó a creer que era lo que hacían todas las parejas. Dejó los estudios porque a él no le gustaban sus compañeros, dejó de salir con sus amigas porque para él todas eran unas putas, dejó todo…¿pero por qué? Que estúpida había sido, se había enamorado o ahora ya ni sabía si había sido amor o qué, con 17 años no se sabe nada de la vida, de los sentimientos, de las pasiones, de las personas… ella creyó que era el amor de su vida porque era guapo, porque era….varonil, gracioso…¡gracioso!, ahora ya no tenía ninguna gracia, porque era incluso demasiado echado hacia adelante…al pensar este último adjetivo le vinieron a la mente esas peleas conduciendo, tuviera o no razón, esa chulería hacia los demás, recordó aquella vez que un chico, casi un niño, debía tener 18 añitos recién cumplidos, aparcó y él le dijo que había visto antes el sitio, que sacara el coche de “su” sitio y a la segunda le plantó un sonoro bofetón delante de la chica que acompañaba al pobre….como no se dio cuenta en ese momento, como no comprendió lo que tenia al lado. Dos y dos siempre son cuatro y si vas cuesta abajo y no tienes freno las posibilidades de tener accidente son enormes…¡como no lo vio!
Se casaron y emprendieron su vida, vida sin cambios para él, vida en la que ella intentó acoplarse a su marido, en la que fue descubriendo poco a poco quien era la persona con la que se acostaba todas las noches, intentando ser lo que él esperaba que fuera. No tardó mucho en ir descubriendo cómo era, como reaccionaba a las cosas, como era de intransigente, de cruel, como podía pasar de cero a cien por que no hubiera tenido tiempo de comprar su postre o de hacer cualquier otra cosa. Un día le dijo que quería trabajar o volver a estudiar, que le gustaría otra cosa que no fuera la casa, fue el motivo de la primera bronca, del primer empujón y del primer bofetón, la cogió de improviso, aún recordaba el pitido de su oído izquierdo, el calor que empezó desde el interior de la boca, el sabor metálico de la sangre de su labio, cómo la visión se le nubló….parece que acabara de ocurrir. Él no dijo nada, se volvió y se sentó en el sillón mientras cogía de nuevo el mando a distancia. Recordaba de una forma increíblemente clara el instante en que volvió a la cocina tropezando por el pasillo, cómo su mano iba tocando el estuco fino de la pared, al recordar esto sus dedos índice y pulgar se tocaron como si intentara retener la sensación del tacto de la pared, al llegar a la cocina continuó haciendo la cena como si no hubiera pasado nada, su cabeza no llegaba a comprender que había ocurrido, no llegaba a entender cómo él había podido darle un bofetón, recordaba que la cena había sido en silencio, él sin mirarla. En su recuerdo había lagunas de tiempo, se veía metiéndose en la cama y preguntándose cómo iba a poder dormir con él, junto al que ahora era un extraño, no sabía que ese momento se repetiría más veces, en ese momento no sabía que ese día había sido el primero de muchos otros.
Los recuerdos saltaban en su cabeza, se volvió a ver en otra pelea…llamarlo pelea era irónico porque el único que peleaba era él, ella intentaba parar el aluvión de golpes, esquivar lo máximo posible. Esta vez había sido porque Manolo, el de las hamacas, le había dicho que la veía más delgada que el año pasado y más guapa, ella simplemente había dicho que eso era porque la miraba con buenos ojos, sin darle más importancia. Él vio otra cosa, la mente de Juan vio que coqueteaba, y de ahí surgió la pelea pero no en la playa, él no se habría atrevido a hacerlo rodeado de gente, para eso hace falta no ser un cobarde, él se fue calentando durante la mañana playera y nada más entrar en el apartamento un golpe tremendo aterrizó en sus costillas, el aire salió por su boca y la presión del golpe y el dolor no le dejaron coger aire de nuevo, una avalancha de recriminaciones, insultos y golpes cayeron por todos los lados, el maldito pitido volvió a su oído pero esta vez no por un bofetón, esta vez fue resultado de la chancla de él . Eran las 12 y media y en los apartamentos no había nadie, ese día Juan se desahogó bien…fueron las vacaciones en las que ella no volvió a bajar a la playa y en la que en todas las fotos está con las gafas de sol.
Bueno, ahora vienen dos opciones para el final, elige la que más te guste.
Opción A
El sonido de la puerta sacó a María de sus pensamientos, pensamientos que cada vez le venían menos a su mente, era Ana que entraba, su recuerdo volvió a volar y lo vio en la cama dormido, esa noche habían tenido una de sus muchas peleas pero esa noche le dijo que la mataría, que la iba a rajar como a un cerdo, lo dijo y sus ojos lo ratificaban. No iba a dejar que eso ocurriera, le había destrozado su vida, su futuro, sus esperanzas pero no iba a permitir ni una más, no iba a permitir que ese cobarde la matara, eran las tres de la madrugada, y llevaba toda la noche pensando cómo hacerlo, un golpe en la cabeza…, no, no era una mujer fuerte y si no lo dejaba inconsciente al primero se le iban a poner las cosas difíciles, se levantó y se fue a la cocina abrió el cajón de los cubiertos y sacó el cuchillo jamonero…era muy fino, si al hacer fuerza se partía se encontraría desarmada…cogió uno grande y volvió al dormitorio, él estaba boca arriba, era verano y la sábana le cubría solo la cintura, la barriga, que hacía tiempo había aparecido, subía y bajaba al compás de la respiración y los ronquidos, se situó a su lado y puso las yemas del dedo índice y corazón en su pecho suavemente para no despertarlo, la verdad que después del vino de la cena y las 6 cervezas no iba a despertarlo que ella rozara su pecho, pero era mejor no tentar al diablo, si despertaba y la veía ahí con el cuchillo igual llevaba a termino su amenaza, cuando encontró el pulso puso la punta del cuchillo entre las costillas, lo cogió con las dos manos y con todo su peso se dejo caer encima, fue rápido, él abrió los ojos, parecía que se le iban a salir de las cuecas y la miró, ella, que estaba encima, giró las muñecas sin quitar el peso de su cuerpo, primero hacia la derecha y después hacia la izquierda, él soltó el aire y su cara se relajó.
-¿Otra vez estás con eso? Cada vez que piensas en ese cabrón te cambia la cara, dijo Ana.
Una sonrisa se volvió a dibujar en sus labios, una sonrisa que había vuelto a su boca el mismo día que se cerraron por primera vez las puertas de su celda.
Opción B.
Todos estos recuerdos le habían venido en un segundo a su mente, él seguía de pié delante de María, sin moverse, ella empezaba a sentir frio, veía como un charco de sangre ya había sobrepasado su barbilla y se iba haciendo cada vez más grande y más oscuro…sabía que tenía un cuchillo clavado en el pecho pero no notaba el dolor, era como si tuviera todo adormecido, la imagen de él se fue difuminando, era la primera vez que terminaba una paliza sin el consabido pitido en el oído izquierdo, notó como su respiración se hacía más espaciada, era como si necesitase menos aire, oía su propio corazón, sus latidos cada vez más lentos, su vista se apagó sus latidos cesaron y el frio desapareció.
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