Una vida en compañía de la soledad.
>> domingo, 9 de noviembre de 2008
Ahora voy a cenar a los restaurantes con menos asiduidad que tiempo atrás, pero me sorprende ver a muchas parejas, da igual la edad que tengan aunque si son jóvenes es más triste, comiendo con la mirada fija en el plato, sin decir nada. Ya he cumplido los 40 y siempre he hablado hasta bajo el agua, me han llegado a decir los GEOS que, o me callaba la boca o tiraban a matar, pero lo que más me asombra es ver cara de indiferencia en ambos comensales, que uno la tenga puede ser porque esté cansado o por mil razones, pero cuando es en los dos, siento una pena tremenda, buffff, ¡que soledad! Toda una cena sin hablar de nada, sin un mal comentario, sin una triste gracia, sin una sonrisa, sin una mirada cómplice. Simplemente mirando el plato y concentrándose en él, como si hundir la cuchara en la sopa o cortar la carne fuera una labor en la que tuvieran que poner todos los sentidos. El silencio en compañía es más doloroso que el silencio en soledad. Hay veces que intento pensar que existe algún problema entre ellos, pero nunca he logrado alcanzar a imaginar qué clase de problema pueden tener para, ante un plato y un mantel, no hablarlo. Por muy grande o grave que este sea, si se habla, se ve arrepentimiento y hay explicaciones, no perdonarlo o dejarlo pasar es incomprensible y si fuera 100% imperdonable…, ¿qué hacen ahí? Pero no se les ve cara de odio, solo indiferencia, incluso puedo llegar a entender esa indiferencia hacia la otra persona, pero están ahí ambos. Otras pienso…, se les ha terminado el amor, pero pese a eso, no logro entender todo ese silencio. Yo no siento amor por mis amigas y amigos, solo amistad, y pasamos unas cenas, comidas y sobremesas fabulosas hablando, contando lo que hacemos, los proyectos que tenemos, criticando a quien no ha venido… Ahora mismo estoy teniendo un monologo que ni siquiera sé si llegará a la mente de alguien y aquí estoy dándole a los dedos. Quizá sea que hay personas que han nacido para contar cosas y otras para escucharlas y en esas parejas, ambos pertenecen a los que escuchan, o quizá escuchen el silencio del otro.
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